miércoles, febrero 12, 2014

los matices del gris

Primera entrega: la escritura es un hecho atómico (sobre hecho atómico ediciones)

Va la segunda entrega sobre editoriales independientes. En este caso, se trata de 17grises editora (web, facebook, twitter). Las respuestas son del editor y crítico Maximiliano Crespi.


GC: ¿Por qué la editorial se llama "17grises"?
MC: Ese nombre lo eligió Guillermo Goicochea, mi compañero en este proyecto. Está tomado de cierta elaboración científica según la cual, entre el blanco y el negro, el ojo humano es capaz de percibir 16 tonalidades del gris. La idea era no conformarse ni siquiera con esa pluralidad. Entonces agregamos en un imposible, el gris imaginario. La suma da los 17grises que están en el nombre de la editorial.


GC: ¿Qué criterios utilizan para armar las colecciones Literal/imaginaria y Lindante/ensayos críticos? Es decir, ¿cómo es la literatura y la crítica literaria en 17grises?
MC: Esos dos aspectos, y siempre dependiendo de las finanzas, Guillermo me los ha confiado un poco irresponsablemente a mí. Digo eso porque yo no soy un editor. No tengo ojo de editor. Soy un crítico que lee manuscritos y recomienda experiencias literarias o críticas (muchas veces todavía no fueron pensadas como libros ni siquiera por los autores). A cambio de eso trabajo mucho con los escritores, durante todo el libro y en la medida de lo que considero necesario en cada caso. Hay libros que se han escrito dos o tres veces por completo para llegar a las versiones publicadas pero hay otros en que la corrección se detuvo ya fuere por eventualidades de fuerza mayor, cortocircuitos varios o porque tuve la sensación de que en ese trabajo no se estaba ganando nada.
Los primeros son aquellos con los que más me parece que se identifica a la editorial. Ahí tenés a Can solar de Carlos Godoy, Hombres hechos de Mariano Granizo, Bailando con los osos de Fernando Krapp, en narrativa; Literatura argentina y otros combates de Marcelo Méndez o Ausencia de té de Karen Garrote en el género ensayo.
Los segundos, que lamentablemente salieron sin el trabajo que yo hubiera querido por diferentes razones, me hacen sentir un poco en deuda con sus autores. Si fuera un editor serio nunca diría esto pero, bueno, soy ante todo un lector y me parece que, por ejemplo, En los márgenes de Ignacio Molina no tendría que haber sido publicado.
Después, hay libros que llegan ya armados y la convicción de los autores sobre lo que son detalles, con los que uno no simpatiza, se impone sobre la determinación del editor. Entre ellos yo me siento muy orgulloso de haber podido editar Rodolfo Walsh no escribió Operación Masacre de Sebastián Hernaiz; y entiendo –aunque no necesariamente comparto– las razones y la perspectiva teórico crítica en que está pensado un libro como Escrituras past de Juan Mendoza. Por eso también puedo publicar libros tan disímiles en términos de apuesta estética como Al pie de la letra de Mario Ortiz, El tango que bailás conmigo de Matías Castelli, El sistema del silencio de Valeria Tentoni o Periodismo de Sonia Budassi. Ahí se ven los matices del gris, en la convivencia de estéticas y configuraciones ideológicas diversas.


GC: En sus primeros años, la editorial marcaba un lugar de partida: Bahía Blanca. ¿Por qué lo hacían? ¿Sigue siendo un factor importante para el proyecto?
MC: El proyecto nació en Bahía Blanca. Guillermo y yo nos formamos allá. Y en una reunión –quizá demasiado públicamente– hicimos alarde de que podíamos hacer algo más o menos serio pero con alguna proyección. Empezamos, como casi todas las editoriales jóvenes, publicando nuestros propios libros o libros de autores locales que nos parecían interesantes. Con el tiempo el proyecto fue cobrando fuerza y el Proyecto Bicentenario, visto a la distancia, fue el techo de lo que a nivel editorial podíamos seguir haciendo en el pago chico. Ahí editamos y reeditamos prácticamente a todos los autores representativos de la ciudad o viajeros célebres que decidieron pasar un tiempo en ella: Roberto Payró, Ezequiel Martínez Estrada, Vicente Fatone, Enrique Banchs, Eduardo Mallea, Héctor Ciocchini y Jaime Rest; pero también los jóvenes (ya no tan jóvenes) “Poetas Mateístas”: Mario Ortiz, Omar Chauvié, Marcelo “El Negro” Díaz y Sergio Raimondi. Después de eso, en Bahía sólo nos quedaba bajar. Así que un poco temerariamente bien o mal nos sumamos como otra voz desafinada al coro fervoroso de las pequeñas editoriales argentinas. Bahía Blanca sigue siendo importante en la medida en que, como decía Benjamin, en el origen está el destino.

GC: ¿Qué publicaron en 2013 y qué esperan publicar este año?
MC: En 2013 publicamos Bailando con los osos, el libro de relatos y alucinaciones de Fernando Krapp. Pero también publicamos dos libros que casi no han circulado todavía.
El primero de ellos, Los límites de las imágenes, es un volumen colectivo dirigido por Diana Ribas, especialista en Historia del Arte, que reconstruye la historia política y social de Bahía Blanca desde la trama lábil de las experiencias estéticas y culturales de la ciudad desde su fundación a la fecha. Es un libro potente y preciso que conjuga lúcidos momentos de reflexión teórica sobre políticas de lo minoritario y minuciosos análisis de estudio cultural.
El segundo es uno de esos libros que se editan como se escriben: para honrar el trabajo y la profesión de fe: Marx manuscrito, que compilamos junto a Maximiliano Lagarrigue y José Taurel Xifra. Ese libro tiene que ver con una interesante experiencia de estudio y lectura realizados por el Colectivo de trabajo Intelectual “Materiales”. No voy a decir nada del libro porque me parece que bien se defiende solo. Diré que nadie lee a Marx en serio en estos días. Se lo rechaza o se lo reduce a la versión aguada en que lo deglute el progre-populismo. Ese libro es un intento de evitar esas orillas miserables y acaso por eso mismo pase desapercibido. Es más divertido leer a Carrère, y exige menos de nosotros mismos.
Para 2014 proyectamos bastante. Está saliendo de imprenta La insecto, el mudo y el machaco de Julián Urman, una novela desesperada y delirante cuyo tema central es el desafío de inventar al otro. Y ya estamos preparando La fe de los pasajeros, el segundo libro de narrativa de Carlos Godoy y también Muñeco la opera prima de Ariel Shalom. Apostamos de nuevo a lo nuevo: vida intensa, muerte joven, cadáver exquisito.

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