lunes, julio 05, 2010

De monstruos y pasiones


El monstruo, por ser tal, es in-clasificable, no-demostrable y excéntrico, no postula una lógica sino que la desbarata, atenta contra la demostración por su sola mostración. Menos que indicial se sostiene en la señal —fasta o nefasta— que lo revela en el momento mismo en que lo oculta.
La humanidad es un valor precario, siempre cuestionado, por la animalidad de la especie. La tarea de hacerse humano es el desalojo cotidiano de lo monstruoso. La monstruosidad no es exorbitante ni desorbitada: es desintegradora de lo humano. La monstruosidad y su exterioridad animal es nuestro destino de naturaleza del que el hombre quiere renegar y la historia combatir.
La crueldad se opone a la criminalidad: la primera es un dato psicológico; la segunda, palingenésico. En la Naturaleza, la crueldad se vuelve criminal: es ciega, neutra, atética. La conquista máxima es dejar de ser animal para ser hombre, pero la fórmula tiene su faz negativa: no ser hombre, sino dejar de ser animal. La ideología explícita es atentatoria, reconoce la animalidad sorpresiva que recorta los actos humanos y tiende a humanizarlos. Para ello emplea el látigo, la exacción, la brutalidad, la prisión. La humanidad es una coartada
del animal que se percibe, como en los zoológicos, por el olor.
Qué bueno seguir encontrando textos de Nicolás Rosa en la web: De monstruos y pasiones.

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